Después de nuestro pacto matrimonial mencionado en el apartado anterior, comencé a revisar uno de los derechos más vinculados a la propiedad privada: el poder de enajenarla.
Una vez que hube comunicado a los míos, mi derecho a un lote, recibí un consejo de una persona sumamente autorizada por mí, que me decía que tendría que ver la posibilidad de venderlo y así salir de mis deudas, verdaderamente muy pesadas.
De repente dos grandes corrientes de pensamiento contrapuestas comenzaron a pugnar en mi interior:
a) La del desapego en pos de un presente con mejor calidad de vida. b) La del sacrificio en pos del cumplimiento de sueños muy costosos.
Me debatí mucho entre ambas posturas y lo que me hizo decidir por la segunda, fue darme cuenta que con orgullo, soy al menos un 80% Cristiano y un 20% pagano (entre ello; budista). Quienes son como yo, tenemos una larguísima formación en el "honorable sacrificio de la vida", bajo diversas esperanzas de felicidades, cada vez mayores, hasta alcanzar la FELICIDAD DEFINITIVA en el Cielo.
Un sacrificio como el que estoy realizando es con una esperanza de ver materializado el anhelo de gran parte de mi vida, consistente en llegar a tener una casita propia en las sierras, que hoy, casi a mis 50, sería para renta y ya no para vivienda, ya que el año pasado comencé a habitar mi lugar en el mundo; El Refugio de Unquillo.
Con el cumplimiento de ese sueño, continuaría dando pasos trascendentes en otra de mis carreras, que también es de los sueños más importantes que siempre tuve: Ser rentista, que junto al de dejar una linda herencia, son "aspectos esenciales" de mi Vocación Social.
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