sábado, 20 de mayo de 2017

LA BUSQUEDA DE LEAS HA SUSPENDIDO TODO

Desde el miércoles en que nos alertamos y comenzamos la búsqueda del perro, he suspendido todo lo que venia haciendo. Anduve como loco el jueves y el viernes. Hasta me olvidé de tomar mis pastillas que casi nunca me ocurre, y mi mente empezó a volar descomunalmente.
De repente los datos que me va pasando la gente que ven un perro como Leas por acá, por allá y yo saliendo en auto, rápidamente en su búsqueda, sin encontrar todavía a ninguno. Me están haciendo pensar que Leas se está convirtiendo en una especie de fantasma que me quita el sueño, en un mito y en un símbolo. Su viaje en un hito.
He dejado el estudio en el que me encuentro en etapa crucial ya que tengo que rendir mi primer examen. Abandoné la lucha contra el tabaco, volví a fumar muchísimo. Perdí tranquilidad, trasnoché y hasta deliré. Sentí muchísima tristeza que me inspiró a escribir la entrada anterior, sobre el Gran Viaje de Leas. He movido cielo y tierra entre vecinos, bomberos y sitios de mascotas y proteccionistas.
¡La búsqueda me tiene agotado!
Desde ayer miércoles estoy en Alto Alberdi por diversas obligaciones que solo he podido hacer a medias, sin concluir ninguna. He ido y vuelto a Unquillo y la zona el jueves y ayer. Estoy de lo más ansioso en volver a Unquillo, relajarme y quedarme allí por unos cuantos días, imaginando que de momento a otro puede aparecer el perro como lo hacia de ordinario cuando salía a pasear por la zona y de rompe y raja se aparecía saludando en la casa.
Mis obligaciones acá en Córdoba todavía no me dejan ir, al menos hasta el medio día. 
Necesito la paz del refugio, avanzar en mi proceso de desapego, repasar el último capítulo de mi materia y rendir de una vez.
¡Necesito calmar mi mente! y manejar mis emociones, meditar sobre los demás perros, tratar de descubrir qué me quieren decir. Quisiera saber si los tres que han quedado allí, se quedarán definitivamente, si tendría que juntar dinero y arreglar los alambrados, como para que no se puedan escapar ya nunca más. Mi situación de crisis financiera me dificulta muchísimo esa inversión. Debo meditar sobre el deseo que tiene Ely de que algún día le gustaría que un hijo de nuestro moloso Séptimo fuera suyo y por otra parte, sobre el acuerdo tácito de los proteccionistas acerca de la castración de las mazcotas para no favorecer, ni los callejeros, ni la comercialización de los puros y ahora me estoy dando cuenta también... para no favorecer la pérdida de mascotas que salen "entretenidos" y se extravían.
Hay un amigo que me está retando por mi desición de haberlo llevado a Séptimo a vivir con los demás perros. No quiero sentir culpa, así se dieron las cosas y como decían mi padre y el filósofo Nitche: no hay que arrepentirse de las decisiones que uno toma.
Se hacen las 9, mi esposa me está pidiendo el desayuno en la cama, no hay nada para comer, vestido de diario, debo vestirme e ir a hacer unas compras, mas tarde me espera mi hermana en un Bar para conversar temas laborales, también debo ir a la veterinaria por alimento, al lavadero buscar unos cubrecameas, al cajero automático, a lo de mi amigo José Ortega Colomé a realizarle un pago, a la farmacia. La sola idea de todo lo que debo hacer me agota y me lleva a desear quedarme acá sin hacer nada, paralizarme. 
Me quedaría acá en la casa de Alberdi lamentándome con ganas de teletransportarme hasta Unquillo y llegar a casa sin más movimiento que el milagro.
Estoy haciendo verdadaremento todo lo posible con Leas y con mis demás cosas. Dios se encargará de lo Imposible....

15:21 hs: Hace un rato estoy en Unquillo, escuchando música de relax, con los tres perros super tranquilos: Séptimo, La Cachorra y Una, ésta última siempre a mi lado siguiéndome como una centella. Logre hacer todo lo que me había propuesto esta mañana, almorzamos unas empanaditas con Ely y me vine. Ahora he comenzado a meditar sobre Leas, y los demás perros, ya he abierto mi libro como para retomar el estudio de momento a otro.  Llegue con un día frío y gris. Ahora se ha puesto más templadito y apenas soleado. Es como que el solcito y la buena onda me saludaran tímidamente. Como que la alegría me hiciera un disimulado guiño.

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